Realmente lo necesitaba. Necesitaba hacer el amor con ella. Con la única que me siento perfectamente satisfecho. Con la única que es capaz de hacerme tan feliz. Había sido increíble: sus caricias, sus besos, su olor... y su forma de hacerme sentir querido mientras yo lo daba todo de mí. Sus "te quiero", sus "me encantas", me volvían cada segundo más loco mientras sentía su cuerpo pegado al mío, como si nada nos pudiera separar. Amé el momento en que no paraba de susurrar mi nombre por el enorme placer que sentíamos ambos. Y sus caricias en mi espalda después de esforzarme tanto para satisfacerla...
-¿Cómo te sientes?-le susurré una vez habíamos terminado. Nos encontrábamos desnudos en su cama, con su mismo aroma de siempre. A oscuras, de lo tarde que se había hecho ya. Y me estaba rascando el brazo cuando me di cuenta de que Anna aún no me había contestado.
-¿Anna?-susurré acariciando su brazo izquierdo. Coloqué mi mano en su mejilla y le acaricié el párpado inferior con mi pulgar. Noté un tacto húmedo y me di cuenta de que estaba llorando en silencio.
-No llores, mi amor.-le susurré al oído. Al momento, oí un fuerte sollozo por su parte que se enmudeció al notar el contacto de mi mano en su mejilla.
-Ha.acía t.tanto tiemp.po que n.no me llam.mabas as.sí...-susurró con la voz entrecortada por su llanto.
-Shhh... Te quiero Anna. Y no sabes cuánto he echado de menos llamarte así.-le dije plantándole un tierno beso en los labios.
-Uff... no sabes cuánto te quiero...-susurró a dos milímetros de mi. Seguidamente, se lanzó a mis labios besándome con fuerza y yo le respondí aún más efusivamente probando sus lágrimas que habían bajado hasta sus tiernos labios.
-Mmm... estás salada.-le susurré al separarme.
-Jajajaja.-empezó a reírse de caras a mí, aún con sus manos aferradas a mi cuello. Me abrazó y estuvimos otro rato más pegados, disfrutando de la sensación que nos causaba el simple contacto de nuestra piel. Y acariciándonos mutuamente, como si ésta fuera de terciopelo.
-Anna, ¿puedo hacerte una pregunta?-susurré de repente, acariciando su mejilla con mi mano.
-Claro.-respondió mirándome fijamente a los ojos.
-Dime... por qué aquel día de en verano, cuando te lo pregunté, ¿no me... elegiste a mí?-dije bajando mi mano por su cuello. Se quedó callada un instante, como si no se esperara mi pregunta y tuviera que pensárselo dos veces.
-Pues... porque... tenía miedo...-dijo con la voz entrecortada mientras posaba su mano encima de la mía.
-¿Miedo? ¿Miedo de qué?-pregunté extrañado dejando de acariciarle el cuello por unos segundos.
-De... de que lo nuestro no funcionara Dani, de que me arrepintiese de haber dejado a Miki o de que me dejaras tú después. Tenía miedo de sufrir. No quería pasarlo mal otra vez y sin darme cuenta, me hice daño a mí misma dejándote escapar...-dijo bajando su mano y su mirada a la vez. Vi como sus labios empezaron a temblar y me acerqué mucho más a ella hasta tocar mi nariz con la suya.
-Shh... eh... tranquila. Todo eso ya pasó.-le susurré volviendo a acariciar su mejilla. Me miró otra vez a los ojos y sonrió tímidamente.
-Tienes razón.-susurró ella tirando su dulce aliento hacia mi boca. Abrí un poco mis labios y besé los suyos suavemente cerrando los ojos. Al separarme, Anna me cogió del cuello y continuó besándome intensamente. El roce con sus labios, me hizo temblar por completo. Y se separó lentamente, como si le diera miedo dejar de besarme.
-Tengo mucho sueño...-dijo tan bajito que casi no lo oigo.
-Yo también...-dije en el mismo tono de voz.
-Pero no quiero dormirme...
-Yo tampoco...
-Dani...
-Anna...
-Te quiero.
-Y yo a ti.-le contesté cogiendo su mano suavemente y entrelazando nuestros dedos. Y así, relajamos nuestras manos sin separarlas aún, y con los dedos entrelazados, conseguimos dormirnos en poco más de un minuto.