dilluns, 22 d’agost del 2011

Capítulo 83: Sólo a mi

Estábamos aún en el sofá, tumbados en la misma posición. Anna ya había dejado de disculparse y seguíamos en silencio. Ella no había parado de acariciarme la espalda y besarme el cuello a ratos. Yo estaba mirando al suelo, con la cabeza apoyada en su hombro, aún pensando. De repente, me dejé caer hasta quedar tumbado en el suelo mirando al techo. Anna me miró y también se dejó caer encima mío. Veía que no le hablaba y seguía preocupada. Me cogió la cara con sus manos y nos miramos a los ojos. A los dos nos brillaban, acabábamos de vivir un espectáculo de amor magnífico y aún lo teníamos en mente. Ella los tenía un poco rojos aún y me besó tiernamente los labios. Sentía su cuerpo desnudo pegado al mío y coloqué mis manos en su espalda. Entonces pasó sus labios por mi cuello llevándome a una intensidad de deseo que nunca pensé que pudiera sentir. Luego, me acarició el contorno de mi torso y el placer fue compartido mientras me empezó a hacer el amor. Esta vez dejé que fuera ella quien mandara y con sus caricias consiguió aumentar cada vez más el placer. Y así, estirados en el suelo, me hizo el amor sin parar de besarme. Al acabar, mis manos se deslizaron por la suavidad de su piel y ella suspiró de alegría. Al oírla, sonreí. Me había sentido como si ella nunca quisiera dejarme ir. Y eso me ayudó a convencerme de que sólo me quería a mi.

Seguíamos en el suelo pero ahora con algo de ropa. Nos habíamos puesto la ropa interior y estábamos abrazados. Ella con la cabeza apoyada en mi pecho y yo rodeándola con mi brazo. Nunca pensé que haciendo el amor en el suelo pudiera llegar a sentir tanto. De pronto oí otra vez sus sollozos. Anna volvía a llorar. Sus lágrimas cayeron sobre mi pecho y al darse cuenta, me lo acarició. Le cogí la barbilla y la empujé lentamente hacia arriba para que me mirara a los ojos.
-No llores más...-le susurré. Entonces se incorporó y subió hasta que su cabeza estuvo a la altura de la mía. Pegó su frente a la mía cerrando los ojos.
-T.te quiero.-me susurró. La abracé más fuerte con los dos brazos y la besé.
-No te voy a dejar. Nunca, ¿me oyes?-le dije. Al oírlo me miró a los ojos y por muy pequeña que fuera, vi su sonrisa. Cogió la manta del sofá y con ella nos tapamos los dos. Y así abrazados, logramos dormirnos durante el resto de la noche.

El martes nos despertamos a las diez. Por difícil que parezca, seguíamos en la misma posición. Al abrir los ojos, vi que Anna ya estaba despierta y me miró sonriendo.
-Buenos días.-me dijo dándome un beso.
-Hola mi amor.-le susurré respondiéndole al beso. Nos levantamos y nos vestimos. Me rugía el estómago. No habíamos cenado y tenía mucha hambre. Fuimos a la cocina y nos preparamos el desayuno. Comimos mucho los dos. Y entre comida, risas y miradas se nos pasó la hora. Ya eran las once y la llevé en coche hasta su casa para que se cambiara de ropa.
-Hasta luego cuqui.-le dije dándole otro pico.
-Hasta luego.-me dio también un pico, salió del coche y entró en su portal. La veía feliz y eso me alegraba. Fui en coche hasta llegar al programa y me encerré en mi camerino. Había sido una noche maravillosa. Ese día, Anna me hizo despertar cosas que nunca había sentido, y yo también estaba feliz porque me creí el hombre con más suerte del mundo por tener a Anna y que ella me quisiera tanto. Tanto como yo a ella.

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